El lado triste del Corazón
Clr. Alejandra García Calvo
En mi estadía en el congreso internacional de Counseling, elegí participar en un grupo sobre“Pérdidas profundas”. Me siento muy afortunada de haber formado parte de él y de haber conocido a la Dra. Rachel Erhard, jefa de investigaciones y desarrollo del departamento de Psicología y Counseling en el Ministerio de Educación de Israel.
La sensibilidad y conocimientos de la Dra. Erhard fueron cálidamente recibidos por todo el grupo. La experiencia resultó muy significativa y rica. También tuve la oportunidad de trabajar con las Counselors Margarita Lapinski de Feo y Silvia Monti, con quienes hicimos y disfrutamos el trabajo de cierre para ser expuesto.
Lo que aprendí
Todos experimentamos pérdidas o cambios habitualmente a lo largo de nuestra vida. Entender la pérdida puede ayudar a enfrentar la realidad de la pérdida y a descubrir nuevas experiencias.
Consideramos pérdidas profundas todo aquello que la persona siente que le causa un gran dolor y una tristeza (la muerte de un ser querido, la pérdida de un negocio, un divorcio, una casa, una mudanza, y tantas otras)
Cuando sufrimos una pérdida profunda experimentamos una sensación de shock o negación junto con la sensación de irrealidad. Pensamientos inconexos atraviesan la mente y las emociones pueden ser agobiantes.
La primera reacción es alejarse del dolor para sobrevivir. El dolor lastima, duele, nos envuelve.
Lo cierto es que es mejor acercarse a la tristeza que alejarse de ella. A veces sentimos que debemos superar la tristeza más que experimentarla. La única manera de superar la tristeza es atravesándola.
Tenemos que decidir sentir la tristeza.
“ El camino más corto hacia el sol es atravesar la tormenta”
“Nunca está más oscuro, que un segundo antes del amanecer”
Es importante sentir la tristeza más que luchar contra las emociones o postergarla.
Quizá la parte que más nos aísla y nos da miedo del camino de la tristeza es la sensación de desorganización, confusión, búsqueda y añoranza que muchas veces vienen con la pérdida.
Nos sentimos sin destino, no podemos encontrarnos con otros ni con nosotros mismos.
El trabajo de duelo es agotador.
Este proceso al que denominamos duelo tiene etapas. Cada duelo es único.
Algunas personas se fortalecen a partir de las experiencias de dolor. Usan el dolor para obtener nuevas habilidades y fuerza. Lo capitalizan.
El dolor creativo requiere tiempo, paciencia, sufrimiento, confianza en uno mismo, imaginación, esfuerzo y esperanza.
El Counselor: Un compañero en la desesperanza
La primera etapa, la de la desesperanza, es la más difícil de llevar adelante. Se presenta el dilema: Permanencia Vs Escape, para ambos (Cliente/Counselor).
Frente a esta situación la función del Counselor se desdobla, aparece por un lado el rol del científico(el que recolecta información, emociones, sentimientos), y el rol artístico (el que conjuga lo que trae el cliente con lo propio del Counselor creando el vínculo).
El mejor aporte del Counselor al cliente es acompañarlo desde un equilibrio congruente, aceptando y escuchando empáticamente, entre estos dos roles.
Aquí se presentan algunas formas de convertir y convertirnos en artistas del duelo, para transformar las pérdidas dolorosas en crecimiento personal:
Establecer procedimientos de disciplina para ordenar el caos interno y externo.
Brindar permanente información (sobre la existencia universal y genérica de esta etapa, de las connotaciones físicas, de sensaciones o sentimientos).
Estimular la creatividad (a través de la música, dibujando, escribiendo poemas, caminando al aire libre, golpeando una almohada, gritando, hablando con los demás, creando espacios lúdicos).
Que el cliente se sienta libre para tener momentos de descontrol y descarga, que se permita su tristeza, que pueda llorar).
Estimular la actividad física con una planificación.
Acompañar al cliente a que acepte que lo acontecido es irreversible, que es la realidad.
Decir “adiós”. “Dejarlo ir” (a la persona o a la cosa perdida), significa un nuevo comienzo, no significa olvidar, significa que es tiempo de renovar la tarea de vivir, habiendo integrado la pérdida como parte de lo que es uno.
Hacer saber la importancia de tener rituales y tiempo para los recuerdos.
Revisar y resolver pérdidas anteriores.
Escribir la experiencia, hacer saber la importancia de lo atravesado y que pueden ayudar a otros desolados. Ser un voluntario para ayudar a atravesar la tristeza.
Educar para el cuidado personal (chequeos médicos, emocionales o de belleza).
Acompañarlo a que descubra la posibilidad de crear algo nuevo, un espacio para la esperanza.
Tomar una postura amable y de aceptación de uno mismo, eso nos ayuda a crecer y prosperar.
Aprender a ser considerado y paciente, aprender a tener expectativas realista, esperar cosa justas y humanas de uno mismo. Aprender a buscar ayuda, y aprender a darla.
Las pérdidas nos duelen porque sentimos lástima de nosotros mismos, no de una manera negativa pero sí egoísta. El duelo dice “te extraño”, “quiero volver a tenerlo”, “tengo miedo”, “ahora qué voy hacer?”, “me siento solo”, “quiero que vuelvas”, “quiero tener lo que tenía”… Hago duelo por mí. El duelo son los sentimientos hacia mí, no mis sentimientos hacia vos.
Necesitamos saber que el duelo es una reacción normal y natural a la pérdida de alguien o algo. Cada uno de nosotros manejará el duelo a su manera, como se maneja cualquier otra emoción.
Cuando aceptamos el duelo, el dolor, y podemos darnos cuenta del lado triste de nuestro corazón podemos avanzar y no quedarnos anclados en el pasado.
La herida cicatrizará en la medida que la atendamos.
Tenemos que aprender a decir “Estoy triste”.
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